19 febrero 2007


dudas estérnicas o idea madness (Le ruego humildemente, señor, que honre este libro llevándolo ----(no bajo su Protección, ----debe protegerse por sí solo, sino)----llevándoselo consigo al campo; si alguna vez me dicen que allí le ha hecho sonreír…

1.¡Las notas, las notas! Al observar mi mano mientras leo, el trozo de camiseta de Zara no parece algodón de mentira tejido en países lejanos, sino encaje milimétrico blanco como el arroz antiguo. Las notas están atrás, dan ganas de arrancar las páginas y ponerlas delante, pegaditas con celo en cada página que corresponda. ¿Leen ustedes todas las notas? –Pues entonces no hay positivamente nada en la pregunta (o al menos yo no lo veo) ni de bueno ni de malo.



2.Entonces yo leía seriecita, olvidándome de Ojalá hubiera nacido en la luna o en cualquiera de los planetas, hasta que llegué a ----pues en verdad puedo decir que desde el mismo instante en que empecé a respirar en él, hasta ahora, en que apenas si puedo hacerlo debido a un asma que cogí patinando en Flandes con el viento de cara, que salió una sonrisa del encaje hipotético del borde de mi mano que hizo trastabillar los binoculares, y me topé con (19), y fui a mirar atrás, lejos, y Marías me apuntó que no me riera, porque no necesariamente tenía que ser una broma (¿y?), y si Marías va a estar diciéndome que no necesariamente tienen que ser bromas, como si el hecho de que el señor patinara, verídicamente, eximiera de la risa, pues yo me pregunto: ¿leen ustedes las notas?



3.Oh, qué frase: doy paseos algo más largos de lo que un hombre sabio consideraría enteramente propio.



4.Página 13. ¿Dónde está la J?



5.Alguien vino, puso su nariz en un centímetro hasta entonces desconocido, y cerré el libro.



6.–pero no pierda usted nunca el humor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Conclusión: Sterne era micólogo, seguro. Y conocía las especies más revientacabezas de la comarca.

Anónimo dijo...

Y acerca de tu jota, en el capítulo diecinueve hay un holandés sin tilde de lo más feo.